El ser humano es un ser social por naturaleza. Sabemos que necesitamos de la ayuda y el contacto con otros para poder sobrevivir en sociedad. Sobretodo tenemos esa necesidad de establecer un apego afectivo con los miembros más cercanos a nosotros, como es la familia o amigos, por ejemplo.
Recibir afecto como un abrazo, un beso, aprender a reconocer y devolver una sonrisa, contagiarse de una carcajada, cruzar miradas, aspectos que ayudan a nuestro correcto desarrollo social y emocional…
¿Y si nos hubieran obligado a permanecer aislad@s, atad@s a una silla en soledad, en la lejanía de todo contacto social por más de una década sin mantener comunicación alguna con ningún progenitor o cuidador?
¿Podríamos desarrollar nuestro lenguaje a pesar de no ser estimulado en nuestra infancia?
Estas y otras cuestiones se plantearon psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales cuando conocieron el caso de “Genie: la niña salvaje”.

Como en todas las entradas anteriores, os tratamos de facilitar el acceso a la información que tratamos, por lo que os dejamos en el siguiente vínculo el documental que tratará el caso de Genie.
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